El año pasado, acudimos invitados a la celebración del Grito de Independencia en Times Square, Nueva York.
Fue un momento histórico.
La imagen fue poderosa y hasta simbólica.
El Grito de Independencia se escuchó por primera vez desde Times Square, centro neurálgico no solo de la Gran Manzana, sino del mismo Estados Unidos.
El ahora gobernador y entonces solo electo, Alejandro Armenta Mier junto al cónsul Jorge Islas y miles de mexicanos convirtieron en la famosa avenida por unas horas, la que se convirtió en una plaza más de México.
Fue un gesto de visibilidad que mezcló folclor, nostalgia y política exterior de proximidad.
Pero también, sin saberlo, como un último rayo de luz antes de la tormenta.
Este 2025, la historia no se repite en la misma tarima.
El Consulado General de México en Nueva York ha dispuesto que el Grito se celebre en espacios como Sunset Park y otras sedes comunitarias.
Ese traslado no es una mera logística, sino hay una lectura política y social sobre dónde y cómo se sienten las comunidades hoy.
¿Por qué importa el lugar del Grito?
Porque el mapa de la migración cambió en un año.
No hablamos solo de celebraciones, sino de familias que envían menos dinero a México, de hogares que viven con la sombra de las políticas migratorias y de una sensación de vulnerabilidad que corre de costa a costa.
En 2025 se registró una caída notable en las remesas hacia México, y organismos y bancos ya reportaron descensos importantes respecto a 2024, un termómetro económico que traduce el temor, la pérdida de ingresos o la salida de migrantes.
En paralelo, encuestas y reportes recientes muestran una ciudadanía latina más inquieta.
Un porcentaje relevante de hispanos dice preocuparse por posibles deportaciones y la población migrante en Estados Unidos mostró disminución en 2025 tras un cambio de política y mayores medidas de control.
Esa nueva realidad condiciona actos públicos: eventos masivos, sobre todo aquellos visibles y con alto perfil mediático, pueden tornarse en riesgos reputacionales o de seguridad para asistentes y organizadores.
Así, la mudanza del Grito desde la vitrina global de Times Square a parques y plazas comunitarias puede interpretarse de dos formas complementarias.
La primera, optimista, con un retorno al origen comunitario.
Sunset Park y otros escenarios se llenan de familias, tianguis, música y cocina mexicana-
La segunda lectura es más dura; es la expresión de un país receptor que ha endurecido su trato hacia migrantes y de una diáspora que vive más insegura.
Cuando los organizadores y consulados optan por concentrar actos en recintos locales y abiertos, en vez de plataformas internacionales, están reconociendo un contexto de riesgo —no solo legal, sino social— para la participación masiva.
La creciente atención sobre redadas, la retórica y medidas de control y la caída en la población migrante, son factores que empujan a este repliegue.
¿La visibilidad se pierde?
No necesariamente.
Celebrar en barrios donde los migrantes viven y trabajan fortalece tejido: permite diálogo con organizaciones locales, facilita servicios consulares móviles y reduce el costo —emocional y práctico— de salir a espacios que puedan atraer fiscalización.
Además, un Grito en Sunset Park no es menos México que uno en Times Square.
Lo que cambia es la vocación, de escaparate internacional a reunión de comunidad.
Si 2024 fue una muestra de orgullo y proyección exterior, 2025 demanda acciones concretas.
Una de ellas es la protección consular continua, así como facilidades administrativas para trámites, acompañamiento ante el miedo a las redadas y políticas que incentiven la transferencia segura de recursos porque la caída de las remesas golpea economías locales enteras.
No basta con el escenario, sino se requiere política pública real para cuidar a las comunidades que sostienen lazos transnacionales.
El traslado del Grito en NY recuerda una verdad sencilla, que la patria no es sólo una plaza montada con pantallas; es la señora que vende tacos en la verbena, el joven que trabaja una doble jornada y la comunidad que sueña volver a casa con algo más que recuerdos.
Viva México — desde Times Square o desde Sunset Park — pero que viva también la política que cuide a quienes lo gritan.
