En la película “The Dark Knight” (2008), la segunda de la trilogía dirigda por Christopher Nolan del superhéroe de cómics Batman; el personaje Harvey Dent, interpretado por el actor Aaron Eckhart, dice una frase que, aunque puede parecer superficial por su origen ficcional, nos permite reflexionar sobre las realidades alrededor de los personajes históricos: “…o mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano.”
La percepción actual de muchos de los personajes de nuestra historia ha estado marcados por esta frase; los héroes, como Benito Juárez, que mueren en el punto álgido de su fama; o los villanos. En la columna pasada hablamos de Miramón y mencionábamos a otros como Cortés, Iturbide o Santa Anna; pero tomando en consdieración que el pasado miércoles 2 de julio fue el 110 aniversario luctuoso del Gral José de la Cruz Porfirio Díaz Mori y su estrecha relación con la ciudad de Puebla, en esta ocasión quisiera referirme a él.
No es motivo de esta columna hablar sobre todas las acciones militares exitosas que Porfirio Díaz llevó a cabo en beneficio de nuestro país, y otras tantas que realizó durante los períodos en que fue Presidente de la República; que desafortunadamente se han visto opacadas por su posición de dictador en la historiografía del discurso oficial de nuestra historia; el día de hoy quisiera hablar de su victoria en la Batalla del 2 de abril de 1867, que le valió el nombramiento de Benemérito del Estado de Puebla en grado heróico.
En el marco de la Intervención Francesa y después de perder la Batalla del 5 de mayo, los franceses tomaron la Ciudad de México en junio de 1863, dando pie a la instauración del Segundo Imperio Mexicano con Maximiliano de Habsburgo a la cabeza.
En 1866, el poderío del emperador de los franceses Napoleón III, empieza a debilitarse ante la inminente guerra entre Francia y Prusia y la derrota de los confederados en la Guerra de Secesión Estadounidense, momento en que el gobierno itinerante de Benito Juárez aprovecha para tratar de recuperar el país.
En este contexto, la ciudad de Puebla, como muchas otras en el país, se encontraba ocupada por los franceses. Entre el 9 de marzo y el 2 de abril de 1867, el Gral. Díaz sitió la ciudad de Puebla con toda la intención de recuperarla. En este periodo se llevaron a cabo una serie de acciones militares entre los elementos del ejército republicano al mando de Díaz, contra las tropas del general François Achille Bazaine, compuestas por soldados conservadores mexicanos y franceses fieles al Segundo Imperio.
Después de días de sitio, en la madrugada del 2 de abril, cerca de las 2 de la mañana, mediante una acción militar audaz y juiciosamente concebida por Díaz, los soldados republicanos atacaron con cañones el Convento del Carmen, en donde estaban atrincherados los conservadores, e iniciaron un ataque “falso” para distraer al enemigo.
Los conservadores resistieron el embate señuelo pero se les acabaron las municiones y con la ciudad sitiada, no hubo esperanzas de reabastecer, por lo que al amanecer del 2 de abril, Puebla cayó en poder de los republicanos. Para el medio día, la plaza de la ciudad fue ocupada por Díaz. Esta victoria, que significó el gane del ejército republicano contra los imperialistas, le brindó un protagonismo indiscutido a Porfirio Díaz.
Tal fue el impacto de la victoria, que unos días después, el 27 de abril, el gobernador interino de Puebla, Rafael J. García, emitió un bando oficial en donde se declara al Gral. Díaz Benemérito del Estado en grado heróico “en consideración a los méritos y virtudes del C. General Porfirio Díaz, Jefe del Ejército de Oriente, y en testimonio de gratitud por el calor, pericia y moralidad con que, después de haber hecho frente al ejército francés y lidiando sin descanso contra la intervención y el imperio, condujo sus denodadas tropas de asalto y toma de la Plaza de Puebla…”

Para mayor realce de esta declaratoria, el bando establece que se colocaría un retrato del General en el Salón de Sesiones del Congreso (retrato que en la actualidad forma parte del acervo del Museo Regional Casa de Alfeñique) y que se erigiría un monumento público en recuerdo de este hecho glorioso “que forma una página brillante en la historia de México.”
Lo tristemente célebre de esta “página brillante” es que poco se conmemora y poco se dimensiona el papel decisivo que jugó Díaz en la caída del Segundo Imperio: el cuadro conmemorativo de Díaz se encuentra totalmente descontextualizado en un Museo y el monumento nunca se realizó. Se sabe que en 1902, ya siendo presidente el Gral. Díaz, se proyectó el monumento conmemorativo para ser colocado en el Cerro de San Juan, hoy Cerro de La Paz. El proyecto, del célebre arquitecto Nicolás Mariscal, fue bien recibido, pero con el estallido de la Revolución en 1910, éste no se llevó a cabo; es más, yo no conozco en Puebla un solo monumento dedicado a Díaz.
Así, hace 110 años, el Gral. Díaz, que tantos actos heroicos realizó en beneficio de nuestro país, murió exiliado en Francia y hasta el momento, la historia no le ha hecho justicia. Le pasó justo lo que decía Harvey Dent: vivió lo suficiente para convertirse en villano.

Ana Martha Hernández Castillo
Historiadora del arte y doctora en estudios históricos. Docente e investigadora de temas culturales y artísticos de la ciudad de Puebla. Gestora de proyectos culturales en el ámbito público y privado