lunes, noviembre 10, 2025

Penal de San Miguel, una alerta latente

La golpiza a un reo dentro del penal no fue un hecho aislado, sino una señal de alerta sobre el descontrol que ahí se vive.

El penal de San Miguel, en Puebla, vuelve a ser noticia.

Lo advertimos en una entrega anterior, que estuvo a punto de registrarse una tercera muerte en menos de un mes.

La golpiza a un reo dentro del penal no fue un hecho aislado, sino una señal de alerta sobre el descontrol que ahí se vive.

Hoy, otro escándalo.

Una fiesta con alcohol y mujeres al interior.

Aquella advertencia se confirma.

No se trata de un exceso momentáneo, sino de un síntoma estructural.

Y ahora, una nueva tragedia, un suicidio de un interno identificado como Israel R., de 31 años, quien llevaba 13 años preso por homicidio calificado, robo agravado y portación de arma.

De acuerdo con el reporte oficial, Israel había sido diagnosticado con depresión y ansiedad. Incluso había intentado quitarse la vida semanas atrás, colgándose con una cuerda que se rompió, lo que permitió su rescate.

Desde entonces, se integró a un programa de atención y tratamiento para la prevención de conductas adictivas y la reducción de riesgos.

Aun así, su historia terminó con un desenlace fatal.

San Miguel está bajo la inercia de su propio desorden.

En los hechos se toleran prácticas que rebasan cualquier límite institucional.

Así se aprecia en el video de la fiesta que hoy es nota nacional.

La pachanga dentro del penal no ocurre por accidente; ocurre porque hay complicidad, permisividad o, al menos, una peligrosa indiferencia.

Después de aquella golpiza, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla inició una queja de oficio —a raíz precisamente de la denuncia publicada en La Pasarela— para investigar lo sucedido.

Lo malo es que la investigación podría meses o hasta años, mientras dentro del penal las cosas parecen seguir igual o peor.

Hay un verdadero problema: mientras los expedientes se acumulan y las comisiones investigan, todo parece indicar que San Miguel sigue siendo tierra de nadie.

La golpiza fue la advertencia; la fiesta, la confirmación con el suicidio.

Los custodios, los mandos y los responsables del penal operan con una lógica que se escapa al control.

Cuando un penal deja de obedecer a la ley, pronto comienza a dictar sus propias reglas.

San Miguel no solo requiere castigos ejemplares, sino una intervención profunda.

Mientras tanto, los reportes de fiesta y los videos filtrados se vuelven virales.

Así pasa, hasta que otro hecho violento —otra golpiza, fuga, otra muerte, suicidio o hasta otra fiesta— nos recuerde que la alerta de San Miguel sigue encendida.

Jorge Castillo
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