Cuando hablamos o escuchamos sobre el arte barroco, comúnmente la primera noción que viene a nuestra mente es el “horror al vacío”; pensamos en espacios con una gran profusión de elementos decorativos, habitualmente en color dorado, que abarrotan cualquier superficie; pensamos en formas curvas y orgánicas; exhuberancia, movimiento, teatralidad.
Y aunque esta noción no es del todo equivocada, si es bastante limitada, porque la realidad es que el barroco es un estilo mucho más rico y diverso que, además, tiene variantes locales que lo hacen único en diferentes contextos geográficos.
El miércoles pasado fui con mi grupo de alumnos y alumnas al Museo de Arte Religioso ex convento de Santa Mónica; un recinto que, más allá de la maravillosa colección de arte que resguarda -no duden en visitarlo, es un tesoro patrimonial-; y de la leyenda que dice que en su cocina las monjas agustinas inventaron los chiles en nogada; es uno de los complejos arquitectónicos conventuales poblanos más barroco que conozco, y no sólo por la disposición de su planta arquitectónica, sino, principalmente por la decoración con mosaicos de talavera que podemos observar en el patio principal del ex convento que es conocido como petatillo.
Se trata de paramentos que alternan tabiques de ladrillo con azulejos de talavera, la mayoría de las veces con decoración azul sobre blanco, que, por su acomodo, asemejan los diseños que se logran en los petates con la palma trenzada.
El petatillo es uno de los elementos característicos de la modalidad angelopolitana de la arquitectura barroca y lo encontramos no sólo en edificios conventuales como Santa Mónica, sino también en otros edificios de carácter religioso. Si caminamos por la calle 5 oriente, entre las calles 16 de septiembre y 2 sur, podemos observar que las fachadas del Palacio Episcopal (hoy oficina de Correos de México) y de los antiguos Colegios de San Juan (actualmente donde se ubica la Casa de la Cultura y la Biblioteca Palafoxiana) y de San Pantaleón (hoy sede del Palacio de Justicia), presentan este elemento decorativo barroco que, a pesar de que los diseños de los azulejos de talavera son variados; ofrecen una vista homogénea y unificada.
Por otro lado, el petatillo también se integró en la arquitectura civil. En la calle 4 oriente, entre la 4 y la 6 norte, encontramos dos de los ejemplos más representativos: la casa que actualmente alberga el Museo Regional Casa de Alfeñique y la casa contigua, perteneciente a la familia Munuera y que actualmente alberga la Facultad de Artes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ésta última presenta, además del petatillo conformado por mosaicos triangulares organizados en forma de estrellas de seis picos; un elemento adicional que da cuenta del uso recurrente de la talavera para decorar las fachadas poblanas: un lambrín o guardapolvo de talavera, con decoración azul sobre blanco, que ornamenta los paramentos inferiores del edificio.
Además del petatillo, podemos encontrar otras modalidades de integración de los azulejos de talavera a la arquitectura: la fachada del templo conventual de San Francisco presenta 14 tableros conformados por azulejos en los que representan jarrones con flores en doce de ellos y dos más pequeños con representaciones de Dios Padre y de la Virgen Conquistadora. Esta modalidad se repite, en menor escala, en la fachada del templo de San Marcos.
Finalmente, también podemos encontrar azulejos de talavera de diversos colores como recubrimiento exterior de las cúpulas de varias iglesias de Puebla. Por ejemplo, la cúpula de la Catedral presenta un recubrimiento de azulejos amarillos y verdes, que en cuatro zonas de los muros exteriores se acomodan para conformar medallones con soles. Por otro lado, la cúpula de la iglesia de la Soledad presenta una decoración con mosaicos blancos y negros colocados en forma de tablero, con pequeños medallones con soles, que se extiende hasta el tambor de la cúpula; mientras que la cúpula del templo de la Concepción repite el mismo diseño pero con azulejos azules y blancos, colores característicos de la representación de la Inmaculada Concepción.
Si bien es cierto que la integración de azulejos de talavera a la arquitectura es característico de Puebla, debido a que la talavera fue una de las manufacturas más desarrolladas y apreciadas en la Puebla virreinal, que le dio en aquel tiempo y aún ahora lo hace, gran fama a nivel novohispano e incluso hasta en otros virreinatos americanos; encontramos algunos ejemplos fuera del ámbito poblano, como el palacio de los Condes del Valle de Orizaba (hoy Casa de los Azulejos) en la Ciudad de México. Pero para explicar la presencia de este modelo eminentemente poblano fuera de la entidad hay que tomar en cuenta que Puebla fue durante el virreinato la segunda ciudad más importante, por lo que era común que lo que sucedía aquí, se replicara en otros lados.
Los invito a que la próxima vez que caminen por el Centro Histórico de la ciudad levanten la vista para admirar la talavera integada a nuestra arquitectura; un elemento adicional que posiciona a la ciudad de Puebla como una joya del barroco hispanoamericano.

Ana Martha Hernández Castillo
Historiadora del arte y doctora en estudios históricos. Docente e investigadora de temas culturales y artísticos de la ciudad de Puebla. Gestora de proyectos culturales en el ámbito público y privado