La narrativa de “ley mordaza” ha sido el grito de guerra de quienes se lanzaron contra las reformas al Código Penal de Puebla en materia de ciberasedio.
Pero no.
El centro de la polémica está en el artículo 480 Bis, que tipifica el “ciberasedio” como el hostigamiento reiterado por medios digitales que genere daño psicológico.
Hay que ser claros, no se sanciona una crítica, ni una columna incómoda, ni un meme.
Se persigue la violencia sistemática, con ánimo de dañar y para eso se exige denuncia formal, investigación y por supuesto, una sentencia judicial.
Como en cualquier legislación, su aplicación depende de la ética del juez.
Pero eso no es motivo para desechar una norma que intenta proteger a víctimas reales de violencia digital, como mujeres, menores o ciudadanos sin foco público.
Ojo, ahora, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reconoce la necesidad de una revisión, más no una derogación.
O sea que se puede pulir.
Para ello, el Congreso local realizó foros y escuchó voces.
¿Hay censura? No.
La libertad de expresión está protegida en los artículos 6º y 7º constitucionales.
Para que haya censura, debe haber prohibición previa.
Aquí no existe.
Ahora, urge capacitación judicial y reformas que delimiten el tipo penal con claridad y afinar.
Un punto clave que nadie discute es el daño que causan las campañas de bots, ataques desde el anonimato y cuentas creadas para denostar.
Eso no es crítica, es violencia y la mayoría sin pruebas.
El periodismo se ejerce con nombre, con firma y con responsabilidad, no tras perfiles falsos.
Una sociedad que no diferencia entre crítica y acoso; sátira y violencia, termina normalizando el insulto como forma de comunicación.
El ciberasedio ya es delito en Puebla, pero no está dicho todo.
Y para mejorar el periodismo, hay que verlo como una oportunidad de crecer el nivel, para que reporteros de Twitter documenten más allá de 280 caracteres.
Quien no entienda se quedará atrapado en gritos de censura.
Tiempo al tiempo.
Roxana, de la política a la talachería
La política da muchas vueltas y a Roxana Luna le tocó girar, pero con llantas ajenas.
Tras semanas anunciando una “manifestación ciudadana” contra los baches, terminó siendo un mitin familiar y reciclado, entre neumáticos prestados por talacherías, sin gente y sin rumbo.
La escena fue tan simbólica como patética: Sin respaldo real, rodeada por su círculo familiar y político que busca generar inestabilidad en San Pedro Cholula.
Ahí, Roxana, Alejandra y Vladimir Luna Porquillo, así como Zayetzy Montes Luna, sobrina y Marisol Meneses con Benjamín Rubí del PRI municipal, todos reciclando causas y pancartas.
Lo que buscaban parecer una protesta ciudadana, terminó siendo otro acto vacío, sin más eco que el de su propia frustración.
Cargaron llantas, quizá no para tapar no los baches del pueblo, sino el profundo vacío que dejó su derrota.
Y eso no se remedia con talachería.
