“…el amor nunca ha existido en el verbo tener ni existirá jamás. El amor existe solo en el verbo ser. Únicamente podemos ser el amor que somos. Amor es ser amor. Entonces podemos darlo sin ofrecerlo y recibirlo sin pedirlo. Porque somos sin tener. Este tipo de amor es el puro e incondicional.”
El monje que amaba a los gatos de Corrado Debiasi.
I
¿Puede una novela entretenerte con la misma intensidad que una serie o una película? Sí, sería lo esperado.
¿Puede una novela dejarte con una sensación de paz y aprendizaje? Sí, las novelas y en sí, la literatura, de alguna manera transforman al Ser Humano. Quien cierra el libro no es la misma persona que lo comenzó.
¿Puede una novela ser una especie de ente aleccionador del Ser? Sí, aunque los más puristas dirán que la literatura, verdadera, no alecciona o educa porqué sino sería panfletaria.
¿Puede una novela generarte alegría, amor, ilusión, esperanza y todo lo contrario al mismo tiempo? Sí y eso quiere decir que el autor tiene un gran talento para generar emociones a través de historias y/o frases bien armadas. Arte que no transmite está determinada a ser olvidada, de origen nace muerta.
¿Puede una novela ser una especie de escuela espiritual, mística y humana? Nuevamente los más puristas dirán que no, pero lograrlo es realizar Magia Pura. Las palabras tienen el poder de crear y destruir, por lo tanto de transformar; entonces también el lenguaje puede educar. La literatura es lenguaje y se sirve de éste para contar historias que entretengan y transmitan un mensaje.
II
A cualquier estudiante de literatura o aspirante a escritor, no faltará el maestro o el tallerista que le diga: la buena literatura nunca debe aspirar a educar o aleccionar al lector, al no ser que su origen sea político y/o ideológico.
Aseguran, construir desde allí es levantar monumentos al panfleto.
Crecí huyendo o buscando alejarme de novelas que parecía tener tintes “educativos y/o formativos”.
III
Si la literatura no debe educar mentes ni corazones, nada; entonces tampoco debería ser un vehículo para denunciar realidades a través de mundos ficticios.
Por ejemplo, cualquiera que haya leído algo de Ciencia Ficción, encontrará en los mundos distópicos una serie de escenas o discursos aleccionadores sobre el fatídico presente, el terrible futuro y lo mucho que perdimos y/o destruimos del maravilloso pasado.
Sin embargo, existen y seguirán existiendo voces que critiquen las novelas mal llamadas de: “superación personal”.
IV
A mis manos llegó la ópera prima de un italiano llamado Corrado Debiasi: El monje que amaba a los gatos. Las Siete revelaciones.
Un buen lector, mejor dicho: un lector empedernido, seguramente sabe de la existencia de las conferencias, vueltas libro de Italo Calvino: Seis propuestas para el próximo milenio. En éstas el autor busca dejar una especie de valores narrativos que una novela debe cumplir para sobrevivir y ser opción ante una película, serie y/o cualquier experiencia visual como Tiktok o YouTube.
No voy a profundizar, pero diré que para Calvino un autor -a la hora de gestar su libro- deberá comprender que su novela o historia tendrá que contener lo siguiente: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y, el arte de empezar y el arte de acabar.
Novela o historia que no cumpliera con esta especie de parámetros, difícilmente competiría o sobreviviría ante una película o una serie; pues el lector ya no es el mismo que cuando se escribió El Quijote o Ana Karenina. El lector actual lleva prisa y siente que no tiene tiempo para detenerse en narraciones kilométricas que no lo llevan a nada.
Desde que las conocí, a veces uso estas propuestos como una especie de auditor de historias; no todas pasan la prueba. Corrado Debiasi y su ópera prima, sí.
V
El argumento es muy sencillo, Kripala (el protagonista) está pasando por una etapa donde todo lo que entendí por mundo se le ha desmoronado. Todas aquellas estructuras que conocía colapsaron ante sí; provocando una sensación de incertidumbre y orfandad. Cuando se pierde el rumbo y no se tiene brújula, ¿hacia dónde ir? De pronto, una amistad que estuvo de viaje le dice: me encontré a un monje que se llama Tatanji y dice que te espera en su casa en la ciudad de Benarés (Varanasi) en la India. Kripala después de tanto meditarlo y entendiendo que no tiene nada más que perder, emprende el viaje.
Tatanji será su guía espiritual y lo conducirá por una especie de estaciones/revelaciones cuyo objetivo es que transforme la esencia de su Ser. Junto a Tatanji conocerá a Shanti, una mujer que también llegó a aprender y decidió permanecer más tiempo para ayudar a otros a encontrar el camino de regreso a casa: el Alma del Ser.
Junto con Kripala, el lector irá evolucionando/creciendo. La historia está tan bien contada y los espacios perfectamente retratados que, sin mucho esfuerzo, el lector se convertiría en una suerte de alumno omnipresente que, junto con Kripala, se enfrentará a sí mismo por medio de las Siete Revelaciones que -también son capítulos de la misma novela- son: El poder de las palabras, Ser presencia, Gratitud, Renace de tus heridas, El silencio es tu mejor maestro, Cambiar es fluir y Amor incondicional. Cada revelación será guiada por otra persona, lo mismo un maestro de artes marciales que un pintor, un jardinero o una anciana que disfruta de alimentar a los gatos; quienes desde la sencillez y naturalidad del alma le transmitirán conocimientos que nunca habría imaginado entender.
Cada capítulo está lleno de verdades amorosas y representan un desmantelamiento de las creencias que nuestra sociedad nos ha incrustado, cuyo único fin es generar humanos temerosos y desconectados de su verdadero Ser y con ello de su verdadero potencial.
Otro filtro o parámetro con el que cumple la novela es el creado por Joseph Campbell: El viaje del héroe que aparece en su libro: El héroe de las mil caras; donde explica que el personaje principal, el héroe, debe tener un motivo para salir a una misión y al terminarla, después de haber pasado por una serie de pruebas/vivencias, éste será transformado.
VI
Corrado Debiasi, deja en claro que no sólo es un gran lector, sino un gran consumidor de películas y series, pues la novela va de imagen tras imagen y está llena de mucho diálogo; sin temor a equivocarme, diría que 70% de la novela está construida a base de puro diálogo. Haciendo de su lectura más ágil y amena.
VII
El monje que amaba a los gatos no sólo plasma un viaje iniciático-espiritual también nos regala una historia de amor más cercana a la realidad.
Aquí los dragones son los miedos y las inseguridades; los castillos son las estructuras arraigadas. El premio es el amor propio y junto con ello, la posibilidad de amar a alguien más en absoluta libertad y autenticidad. Amar siendo y dejando ser.
Fredo Godínez
Gestor cultural, poeta y tarotista. Lector empedernido y apasionado por el Esoterismo y el mundo simbólico. Reseñista de libros, teatro y exposiciones de arte.
Lleva más de 10 años opinando sobre políticas culturales.