martes, mayo 20, 2025

“La cultura la hacemos todos”

La cultura es un mosaico de tradiciones y valores, la religión es un asunto de fe y convicción, y el fútbol es pasión y lealtad, pero a pesar de ser conceptos aparentemente tan dispares, comparten un rasgo importante: son expresiones de nuestra humanidad y de una u otra manera, dan significado a nuestra existencia.

Hablar de cultura es como hablar de religión o de futbol. Pareciera que caminamos en un campo minado: un paso en falso y la conversación explota. Cada tema es un universo complejo, lleno de matices que se relacionan con nuestros sistemas personales de valores, creencias e incluso de gustos que, a veces sin darnos cuenta y a veces de forma muy consciente, interfieren de una manera o de otra en la percepción que tenemos de nuestra realidad circundante.

La cultura es un mosaico de tradiciones y valores, la religión es un asunto de fe y convicción, y el fútbol es pasión y lealtad, pero a pesar de ser conceptos aparentemente tan dispares, comparten un rasgo importante: son expresiones de nuestra humanidad y de una u otra manera, dan significado a nuestra existencia.

La cultura entonces, a pesar de los matices, tiene profundas implicaciones para nuestro desarrollo humano, tanto de forma individual como de forma colectiva, ya que enriquece nuestras vidas de innumerables maneras. Vivimos rodeados de cultura: la música que escuchamos, la comida que saboreamos, las tradiciones que celebramos y las historias que contamos. Cada gesto, cada palabra y cada objeto que nos rodea tiene un significado cultural que nos conecta con nuestra herencia y con nuestra identidad. La cultura es el espejo que refleja quiénes somos como sociedad.

Pero ¿cuántas veces nos detenemos a reflexionar sobre la cultura que nos rodea y la forma en que impacta en nuestro desarrollo humano? Yo creo que pocas veces.

El Artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad.” Un derecho humano implica nociones de universalidad, es inherente a todos los seres humanos sin distinciones; y de inalienabilidad, es decir, que son derechos que no nos pueden quitar y que tampoco podemos transferir. Ahí están, son nuestros, pero ¿los conocemos? ¿los ejercemos?

Ejercer nuestro derecho a la cultura no es sólo acceder a la vida cultural, sino participar y contribuir en ella, tomar parte. Es cierto que el Estado, en cualquiera de sus órdenes de gobierno, tiene la obligación de reconocer los derechos humanos y promover su ejercicio, pero muchas veces nosotros, como sociedad, no estamos participando ni contribuyendo y deberíamos, pero tal vez no sabemos cómo hacerlo. Espacios como éste que estan leyendo, podrían contribuir a crear nuevas formas reflexión sobre nuestra cultura, nuestra vida cultural y cómo podemos participar en ella; por lo menos, esa es mi intención al escribir.

El día de ayer acudí al evento inaugural y a la presentación del libro del proyecto artístico “La Familia Liquen” de la artista Ana Parrodi. La muestra curada, museografiada y montada por historiadores del arte nóveles, fue acogida por el espacio cultural independiente llamado Aura Galería, propiedad de una mujer, también artista. El libro de la exposición, que tiene un diseño editorial y una impresión maravillosa, integra textos de especialistas en distintas áreas del conocimiento humano, no necesariamente relacionados con el arte. Todos y cada uno de los que participamos en este proyecto, desde la artista, la anfitriona, los curadores, el equipo de montaje, los que escribimos en el libro, ejercimos nuestro derecho no sólo de acceder a la cultura, sino de participar y contribuir en ella y para ella.

La afluencia al evento fue enorme para los números a los que estamos acostumbrados en un espacio cultural independiente. Incluso llegué a comentar con otros asistentes mi percepción sobre las personas que estaban ahí: no fueron acarreados, no formaban parte de una estructura gubernamental que obliga a los funcionarios a acudir a un evento para que no se vea vacío: eran ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos culturales, participando de la vida cultural de su comunidad. Tal vez no totalmente conscientes de que estaban ejerciendo un derecho, pero ahí estaban, participando y contribuyendo.

Considero también que como parte de ese ejercicio de reflexión sobre la cultura, la nuestra, la que nos rodea; es necesario que pensemos un poco sobre cómo percibimos los espacios culturales: porque no sólo son el lugar en donde, simple y llanamente se desarrollan actividades relacionadas con el arte y la cultura; sino que son espacios en donde por medio de procesos sensibles y creativos, se organizan significados compartidos socialmente, es un lugar donde establecemos relaciones sociales, donde todos hacemos cultura. Ya lo escribió Henri Lefebvre el siglo pasado, un espacio cultural “es un producto social, es resultado de relaciones sociales que se materializan en una determinada forma espacio-territorial”.  

Entonces la sociedad, nosotros, somos los actores principales de la vida cultural de nuestra comunidad. Conozcámosla, reflexionemos, participemos y contribuyamos, porque al final, la cultura la hacemos todos.

Ana Martha Hernández Castillo
+ posts

Historiadora del arte y doctora en estudios históricos. Docente e investigadora de temas culturales y artísticos de la ciudad de Puebla. Gestora de proyectos culturales en el ámbito público y privado

Similares

MÁS RECIENTE

ARTE Y CULTURA