En días pasados, la ciudad de Puebla fue sede de la décima edición del Smart City Expo LATAM Congress, un evento con enfoque regional para América Latina que deriva del congreso mundial Smart City Expo World Congress, considerado el más grande y más influyente evento de innovación urbana.
La palabra smart, cuya traducción del inglés es “inteligente”,alude a ciudades que buscan convertirse en mejores lugares para vivir a través de soluciones urbanas en beneficio de sus habitantes que conviertan el territorio que habitan en ciudades más humanas, sostenibles y justas.
A pesar de que este tipo de eventos innovadores y colaborativos son vitales para la transformación urbana en el mundo moderno, es una idea que en realidad no está limitada a la modernidad, pues hace 494 años ya hubo un ejemplo de ciudad inteligente: la Puebla de los Ángeles; una ciudad que tanto en su concepto como en su traza, buscaba beneficios para sus habitantes y sostenibilidad para la Corona española.
Al poco tiempo de fundado el Virreinato de la Nueva España, con capital en la Ciudad de México, se suscitaron varios problemas tanto sociales como logísticos debido a la dificultad que suponía para la Corona española controlar todos los aspectos de un territorio tan grande: los conquistadores abusaban de los indígenas despojándolos de sus tierras y la distancia entre la capital y el puerto principal por donde arribaban numerosos inmigrantes españoles -la Villa Rica de la Vera Cruz- era enorme.
Entonces, se les ocurrió a las autoridades virreinales que era necesario fundar un asentamiento intermedio en donde estos inmigrantes pudieran asentarse y desarrollar actividades productivas; que sirviera de descanso para los viajantes y que, sobre todo, asegurara las comunicaciones entre la capital y el puerto. Conceptualmente, este asentamiento se ideó como una utopía social, una colonia exclusiva de españoles que, sin despojar de sus tierras a ningún pueblo indígena, pudiera prosperar y asegurar procesos productivos que brindaran riqueza a la Corona.
Fray Julián Garcés, primer obispo de la Nueva España, y las autoridades de la Segunda Audiencia, enviadas por el rey a Nueva España a finales de 1530, con instrucciones de instalar “un pueblo de cristianos españoles en el más conveniente y aparejado lugar que os pareciere…”; encontraron en el Valle de Cuetlaxcoapan (del náhuatl “Lugar donde cambian de piel las víboras”) un lugar ideal para llevar a cabo su utopía: el valle estaba atravesado por ríos, lo que aseguraba la sobrevivencia del asentamiento; había cerca cerros que proveerían la materia prima para la construcción de la nueva ciudad y además, no era un asentamiento prehispánico relevante; su posición geográfica estratégica entre la Capital y el puerto de Veracruz, fue la cereza del pastel. Así, en este valle fundaron el nuevo asentamiento el 16 de abril de 1531, asentamiento que no mucho tiempo después se convertiría en la segunda ciudad más importante del Virreinato.
Su traza urbana responde a las necesidades de esta utopia social y, aunque algo anacrónicamente, considero que podemos llamarla una traza inteligente: siguiendo el modelo de la “ciudad ideal” (città ideale) del urbanismo renacentista, la traza de la ciudad de Puebla es una traza en damero, cuyo punto central es la Plaza Mayor o Zócalo, desde donde parte la organización de calles rectas con un cruce perpendicular; lo que da lugar a una red de manzanas rectangulares de 100 por 200 varas (una vara es equivalente a 0.8359 metros) que a su vez se subdividen en cuadrados más pequeños que facilitan la distribución de viviendas, comercios y otros servicios. Esta distribución, también llamada trazado hipodámico, permite un ordenamiento visual homogéneo y una distribución eficiente del espacio urbano.
Por otro lado, las dimensiones de las calles -con una anchura homogénea de 14 varas (13.20 metros)- y su estructura en damero, facilitan la circulación de vehículos y peatones y su orientación en ejes norte-sur y oriente -poniente se diseñó para aprovechar la ventilación natural y la sombra en diferentes horas del día.
Cualquiera que haya caminado por las calles del Centro Histórico de Puebla ha notado que durante la mañana y la tarde, el sol se encuentra en un ángulo que permite que la sombra de los edificios se proyecte sobre una acera, mientras que la otra, recibe la luz solar directa. Si caminas por una calle orientada de norte a sur, la sombra de los edificios se proyectará en el lado este de la calle durante la mañana y en el lado oeste durante la tarde, lo que permite que siempre exista un área con sombra.
Incluso, la orientación de la ciudad pudo haber contribuído a la ventilación natural de los edificios en ciertos momentos del día, especialmente en las tardes, cuando se registra un aumento en las rachas de viento.
Todo lo anterior puede parecer una casualidad, pero nada es casualidad en la traza de la ciudad de Puebla; todos los aspectos alrededor de su fundación y su traza responden a una necesidad específica en beneficio de sus habitantes; si esto no nos habla de una ciudad inteligente, no sé que pueda hacerlo.

Ana Martha Hernández Castillo
Historiadora del arte y doctora en estudios históricos. Docente e investigadora de temas culturales y artísticos de la ciudad de Puebla. Gestora de proyectos culturales en el ámbito público y privado