El pasado 31 de julio se cumplieron 166 años de la promulgación del Decreto de Secularización de Cementerios, documento que puso fin al control de la Iglesia y las instituciones pías sobre la operación y administración de cementerios y camposantos en México.
Al pasar los entierros a la jurisdicción del Estado, los antiguos camposantos adjuntos a las iglesias cayeron en desuso e incluso algunos fueron destruidos; por lo que se hizo necesario construir cementerios y panteones enteramente disociados de las iglesias.
En Puebla, uno de los ejemplos más sobresalientes de estas obras de modernización derivadas del Decreto de 1859, es el Panteón Municipal, inaugurado el 5 de mayo de 1880, edificado en un terreno de 150,000 m2 al suroeste de la ciudad.

Pasando el pórtico neoclásico de acceso, se accede a una avenida principal en cuyos costados, de forma perpendicular, se extienden calles en donde se organizan los lotes para las tumbas. Esta disposición del Panteón Municipal sigue la noción del cementerio como “ciudad de los muertos”: una estructura organizada en calles y avenidas flanqueadas por monumentos funerarios que tienen mucha semejanza con la distribución urbana de la ciudad de Puebla.
Por otro lado, tal como sucede en las ciudades, existían zonas más o menos privilegiadas para la ubicación de las tumbas, dependiendo de las capacidades económicas de los deudos: las más grandes y de mayor riqueza ornamental se ubican en la zona de “Primera Clase”; y conforme avanzamos hacia las secciones menos favorecidas económicamente, disminuye progresivamente la presencia de monumentos funerarios de valor artístico.
La construcción y decoración de las tumbas de Primera Clase se encargaba a arquitectos y escultores que habitualmente trabajaban en casas familiares y edificios públicos en la ciudad -por ejemplo, el Mausoleo de la Familia Bello ubicado en el lote 1 de Primera Clase de este cementerio, fue diseñado y construido por el Ing. Carlos Bello y Acedo, responsable de la construcción de más de 15 mansiones porfirianas en el centro de Puebla-.

De esta manera, la arquitectura funeraria que observamos en el Panteón Municipal responde a los cánones y modelos artísticos de la arquitectura civil de la ciudad de Puebla. No olvidemos que la burguesía local inspiraba sus gustos en las modas y usos de las grandes ciudades europeas – tal como lo observamos con la arquitectura citadina- por lo que no resulta casual encontrar elementos del historicismo y el eclecticismo en las tumbas de la sección de Primera Clase de éste cementerio.
La mayoría de los mausoleos de Primera Clase presentan elementos neogóticos -arcos apuntados, arbotantes, torres en aguja y detalles de tracería y pináculos- que les brindan una apariencia semejante a pequeñas catedrales góticas, elaboradas en piedra gris y aplicaciones de mármol italiano; que por sus valores estéticos podrían -y deberían- ser consideradas patrimoniales.
Sin embargo, el deterioro en la sección de Primera Clase en el Panteón Municipal es generalizado y muy evidente. Después del sismo de 2017, muchos de los mausoleos más bellos sufrieron severos daños, y con el paso del tiempo, algunos han colapsado completamente. El abandono puede deberse, como lo ha expresado la Dra. Maria Elena Stefanon, al olvido de lazos parentales ancestrales o bien a la extinción y/o mudanza geográfica de algunas de las más antiguas familias que adquirieron lotes a perpetuidad en este espacio hace tiempo.

Desafortunadamente, los lineamientos de la perpetuidad, si bien no implican necesariamente una propiedad absoluta del lote, sí lo consideran una especie de propiedad privada dentro de un espacio municipalizado, por lo que el Gobierno Municipal no tiene injerencia en el mantenimiento de los mausoleos, por lo que muchos de ellos están en peligro de desaparecer.
De acuerdo a una nota periodística del 2016[1], cerca de 300 tumbas de éste panteón están catalogadas como monumentos históricos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); sin embargo, derivado de una búsqueda pública en el Catálogo de Monumentos Históricos Inmuebles de este Instituto, no encontramos referencias sobre esta catalogación, ni en la sección de Monumentos Históricos ni como Bienes Inmuebles con Valor Cultural.
Resulta entonces urgente que el Ayuntamiento de Puebla voltee la vista a este patrimonio funerario y revisen, en conjunto con los propietarios sobrevivientes y el propio INAH, los mecanismos y estrategias que puedan permitir mitigar y revertir el deterioro que sufren los monumentos funerarios de valor patrimonial en este cementerio y que lo ponen en un grave riesgo.
Tal vez el camino sea justamente, lograr que las tumbas más sobresalientes del Panteón Municipal sean nombradas Monumento Histórico, como lo hiciera el Panteón de San Fernando en la CDMX en 1935, para que reciban la protección legal necesaria que las ponga en valor y las conserve para las futura generaciones.
[1] https://medium.com/@MiriamEspinozaa/pante%C3%B3n-municipal-de-puebla-cuenta-con-300-tumbas-catalogadas-monumentos-hist%C3%B3ricos-7c15c8fe7b6f

Ana Martha Hernández Castillo
Historiadora del arte y doctora en estudios históricos. Docente e investigadora de temas culturales y artísticos de la ciudad de Puebla. Gestora de proyectos culturales en el ámbito público y privado