El pasado 28 de enero dos activistas ambientales arrojaron sopa contra la Mona Lisa, la que puede considerarse una de las obras más destacadas de Leonardo Da Vinci y del Museo de Louvre, en un nuevo ataque que, como la mayoría de los anteriores, no ocasionó daños a la obra.
Bajo la consigna “¿Qué es lo más importante, el arte, o el derecho a una comida sana y sostenible?”, la protesta de las mujeres que portaban playeras con prendas con la palabra “Foodriposte” (“respuesta alimentaria”), se enmarca en medio de las recientes demandas del sector agrícola en Francia antes los bajos ingresos.
La Mona Lisa se exhibe tras un cristal protector desde 2005, debido a los diversos ataques de los que ha sido blanco durante más de un siglo.
El 22 de agosto de 1911, personal del Museo de Louvre notificó la desaparición del cuadro durante una inspección en su antigua ubicación dentro del recinto, el Salón Carrée. Por dos años la pintura estuvo desaparecida hasta que su ladrón, un extrabajador del museo, Vicenzo Peruggia intentó venderla en Florencia.
La agresión que provocó mayores daños a la obra está registrada en 1956, cuando un visitante arrojó una piedra, la cual logró romper el vidrio protector con el que ya contaba la obra, dañando la obra a la altura del codo izquierdo, por lo que tuvo que ser sometida a restauración.
Posteriormente, en 1974, una mujer arrojó pintura contra el cuadro, cuando este se exhibía en el Museo Nacional de Tokio, lo que no representó tampoco daño alguno, puesto que recientemente se había colocado sobre la obra un cristal blindado para mayor protección.
En agosto de 2009, una turista le lanzó una taza que impactó contra la protección, lo mismo con un intento posterior, en mayo de 2022, cuando un joven ambientalista se hizo pasar por un anciano para arrojar un pastel.
