A nivel nacional, la ciudad de Puebla es considerada un ejemplo destacado del barroco novohispano por sus edificios religiosos que, tanto al interior como al exterior, ostentan la exuberancia ornamental típica de esta tendencia.
Si buscamos en la red cual es la construcción barroca por excelencia en Puebla, el resultado es la Capilla del Rosario; y, aunque es muy cierto que esta capilla es un paradigma de esta tendencia, la realidad es que hay en la ciudad otros templos que son unas joyas del barroco pero que son poco conocidos, incluso para los propios poblanos.
El pasado miércoles acudí con los alumnos de mi clase de iconografía a la Parroquia de San José y me hizo mucho ruido que de un grupo de 17 adultos, cuyas familias tienen un profundo arraigo de generaciones en Puebla; ninguno de ellos había entrado nunca a esta iglesia; por ello me pareció oportuno, en esta ocasión, hablar un poco esta parroquia que sobresale, no sólo por ser en época virreinal la parroquia más populosa de todas; sino por el conjunto de retablos barrocos y pinturas que aún se conservan en su interior.

Si bien el culto a San José era lento en la Península Ibérica, en la Nueva España fue muy difundido y arraigado. En 1555 el Primer Concilio Provincial Mexicano proclamó a San José como patrono de la Nueva España y un año después, fue elegido como uno de los patronos de la ciudad de Puebla.
En la fe católica, era una práctica común designar santos patronos que protegieran a las ciudades, a las comunidades y contra otros asuntos un tanto más terrenales, como por ejemplo contra los desastres naturales. En aquellos tiempos, los rayos causaban frecuentes desgracias en la ciudad de Puebla y el único remedio que las autoridades encontraron a este problema, era la intercesión divina. Mediante un sorteo, las autoridades eclesiásticas definieron que, siendo el Glorioso Patriarca San José el protector de la Sagrada Familia, también podría brindar protección contra las tempestades y rayos que asolaban la ciudad de Puebla.
El patronazgo de San José sobre los rayos, por lo menos en Puebla, se vió reforzada por la leyenda alrededor de la imagen titular de la Parroquia: según Mariano Fernández de Echeverria y Veitya, la imagen que adorna el altar mayor fue tallada por el artista español Andrés Fernández de Sandrea a partir de un tronco de un grueso árbol que había en el espacio frente al actual templo, sobre el cual cayeron, en una sola tarde, siete rayos; generando alrededor de la imagen una gran devoción.

De esta manera, entre 1548 y 1557 se inicia con la construcción de una modesta ermita en honor de San José que a partir de 1570 se convertirá en un templo más acorde a la amplia devoción josefina en la ciudad. Por otro lado, fue ampliado en 1595; a partir de 1771 fue sujeto a varias remodelaciones que iban más de acuerdo a los gustos barrocos de la época y en 1838 el retablo mayor barroco se cambió por uno neoclásico; por lo que los elementos arquitectónicos y ornamentales presentes en la actualidad dan cuenta de esta evolución estilística.
La fachada presenta azulejos de talavera, petatillo y figuras de argamasa, elementos tradicionales del barroco poblano; al entrar nos recibe un amplio vestíbulo que forma parte del templo de finales del siglo XVI; de los 8 retablos barrocos que adornan las naves laterales, sólo uno, el de la Inmaculada Concepción, sigue siendo de “gusto barroco antiguo”, es decir, con columnas salomónicas, una tendencia carcaterística de finales del siglo XVII; en contraposición a los sosportes estípites, más dieciochescos, que ostentan los otros siete retablos dedicados cada uno a los mártires Crispin, Crispiniano y Crisanto; a Santa Teresa de Ávila; a San José; de la Crucifixión, a San Joaquín y Santa Ana; a San Juan Nepomuceno y a la Virgen de Guadalupe, devoción que no debía faltar en ninguna iglesia novohispana.
En los muros testeros de las naves están los retablos, también barrocos, de la familia de la Virgen y de la Sagrada Familia y en la parte inferior de ambos, los cuerpos relicario de los mártires San Eusipio y San Feliz.
Estos maravillosos retablos así como los muros del Baptisterio y de las Capillas de Santa Ana y de Jesús Nazareno, están adornados con obras pictóricas de los más celebres pintores del barroco poblano como Miguel Gerónimo Zendejas, Antonio de Santander y Luis Berruecos. Por otro lado, la imagen titular fue intervenida en el siglo XVIII por José Villegas Cora, el más famoso de los escultores poblanos del siglo XVIII cuyo renombre sobrepasó las fronteras de la Nueva España, siendo incluso reconocido en Europa.
Así que en su próxima visita a Centro Histórico de Puebla los invito a visitar la Parroquia de San José para descubrir esta joya oculta del barroco poblano y admirar las obras de arte increíbles que la adornan.


Ana Martha Hernández Castillo
Historiadora del arte y doctora en estudios históricos. Docente e investigadora de temas culturales y artísticos de la ciudad de Puebla. Gestora de proyectos culturales en el ámbito público y privado